Tele y educación
29/10/04
La regulación sobre programas de televisión en horario infantil, que intenta poner en marcha el Gobierno, es una buena noticia que ha levantado más de una polémica poniendo en la palestra una falsa relación, en este caso, entre coregulación frente a libertad de información. A nadie se le escapa la influencia que la televisión, como muchos otros medios y situaciones, tiene en la educación informal de los niños y niñas y también de los adultos. Y tampoco se escapa que toda situación educativa, informal o no, no está exenta de modelos e ideologías. Por ello los criterios de elección de los programas deben basarse teniendo en cuenta esta realidad. La responsabilidad de la educación de las nuevas generaciones recae en padres y madres, profesores y en la sociedad en general, incluida la televisión con su poderoso poder de atracción. Y más en un país donde los niveles de lectura son los más bajos de Europa y los niños/as se pasan la tarde frente a la televisión. De nada sirve que la escuela se esfuerce en educar en valores si los niños y niñas reciben unos mensajes, muchas veces, distorsionados y con esquemas simplistas de la realidad que nos rodea, desinformando y obstaculizando el conocimiento fundamentado. No se trata de preservar al sector infantil de esta o aquella información, pero sí de ofrecerla de manera educativa para desarrollar personalidades con espíritu crítico. Ideas no faltan y profesionales tampoco, como lo demuestran muchos programas, para hacer de la televisión un instrumento al servicio de la cultura que no tiene que ser necesariamente aburrida.

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