Escapar  de la guerra sectaria
Estambul, 23 de julio de 2014


El incierto escenario abierto en Irak después de la irrupción del Estado Islámico de Irak y del Levante EIIL (ISIS por sus siglas en inglés) vuelve a empujar a los iraquíes hacia el exilio una vez más, por el temor a los bombardeos y a las represalias de ambos bandos.
Mustafá pertenece a esa ola reciente que ACNUR calcula en cerca de medio millón de refugiados. Llegó hace dos días a Estambul desde Samarra con la intención de empezar una nueva vida. Un complicado viaje donde tuvo que salvar numerosos escollos y check points regidos por normas discriminatorias  de carácter sectario. "El apellido que marque tu tarjeta de identificación, te puede facilitar las cosas o complicarlas peligrosamente", explica con cierta preocupación por su familia que sigue viviendo en Irak.          

Hasta el 10 de junio pasado, este joven iraquí de 21 años, era un alumno más del Instituto de Tecnología en la ciudad de Mosul. Se hospedaba en una residencia de estudiantes ubicada cerca de la principal central eléctrica de la ciudad y de un barrio residencial que acoge a sus trabajadores. Estaba a punto de terminar su segundo curso de una diplomatura en Ingeniería Mecánica cuando apareció el grupo yihadista. "En la madrugada pudimos escuchar algunos disparos pero no nos llamó la atención porque suele ser normal". A la mañana siguiente, Mustafá salió de la residencia, como todos los días junto a un grupo de compañeros, poco después de las siete de la mañana para dirigirse al instituto donde estudiaba. Desde el primer momento, les llamó la atención la extraña calma de una ciudad que´a esas horas solía tener casi todos los comercios abierto. Unos metros más adelante, cuando llegaron a la altura del check point  Almansur situado junto a la central eléctrica entendieron lo que estaba ocurriendo. Una bandera de ISIS ondeaba en el puesto de control y unos hombres vestidos de negro y con pasamontañas, ocupaban el lugar de los soldados. Se acercaron al check point, como todos los días, y saludaron: "¿De donde sois?", les preguntaron, "de Samarra, de Ambar y de Diyala" contestaron los estudiantes, "Vais a oir, inshalá, que hoy hemos controlado Mosul", contestó uno de los miembros del grupo rebelde. 

A esas horas, la estación de autobuses todavía funcionaba con normalidad y Mustafá y sus compañeros decidieron salir de la ciudad ante el peligro de un inminente bombardeo por parte del ejército iraquí. "Fue una buena decisión porque horas más tarde cerraron la estación", explica. Durante el trayecto hacia Samarra, situada en dirección sur, pudieron comprobar que, a uno y otro lado de la carretera, había mucho material bélico y coches blindados del ejército iraquí en manos de EIIL. En Serghat, a unos 50 kilómetros de Mosul, se encontraba el último check point controlado por el grupo rebelde. 

Cuando Mustafá llegó a Samarra, se encontró con una ciudad rodeada por el ejército iraquí y las todopoderosas milicias chiíes Asaeb Ahd Haq y Saraya Al Salam, esta última liderada por el influyente clérigo chií Muqtada.
Nada más caer Tikrit en manos rebeldes, después de Mosul, "los precios de los productos básicos comenzaron a subir en Samarra porque la gente comenzó a hacer acopio de comida", cuenta Mustafá. De la misma forma el precio de la gasolina se multiplicó por siete. Pero lo que más contribuyó al alza de los precios fue la falta de abastecimiento de alimentos, desde que el ejército y las milicias decidieron desviar los camiones de víveres a la Base de Operaciones Militares de Samarra situada cerca del importante santuario chií Al Askari, añade. Al mismo tiempo, cortaron las fuentes de energía eléctrica para abastecer a la ciudad 30 minutos cada doce horas. 

Según Mustafá, el miedo a las redadas comenzó a cundir entre la población y mucha gente entre ellos jóvenes decidieron a abandonar la ciudad. En Samarra  viven miles de desplazados iraquíes de Al Anbar y Falulla, desde que en enero pasado el ejército comenzó a bombardear la zona controlada por los grupos rebeldes suníes, y proceder de esa parte del país puede ser sinónimo de terrorista. El capítulo 4 de la Constitución permite detener simplemente por sospecha de terrorismo. 

Mustafa es delgado, de mediana estatura, viste de negro y cuenta con detalle todo lo que recuerda mientras se frota las manos de manera pausada. De vez en cuando se lleva su mano derecha al pecho como si quisiera protegerse de algo. Me cuenta que va a ver a su hermana después de la entrevista porque ha venido de Dubai donde vive con su marido desde que comenzó la invasión de Iraq. No tiene mucho tiempo porque en dos días viajará de Estambul, junto a un grupo de amigos iraquíes que también han salido del país, hasta Ankara. Allí trabajará en una fábrica de textil donde probablemente no gane más de 130 dólares por una jornada de 12 horas de trabajo, según nos cuenta.     
La primera vez que este joven se desplazó fue en 2003, nada más comenzar la invasión. Tenía 10 años y su familia decidió abandonar su hogar para viajar a Siria porque el barrio bagdadí donde vivía era de mayoría chii y temía por su seguridad debido a la ola de represión que se desató. En 2009 cuando la guerra sectaria se había calmado, volvieron a Irak, pero esta vez a Samarra. En la actualidad, con la irrupción del Estado Islámico EIIL en Irak y el nuevo escenario de inseguridad e inestabilidad que se presenta, decenas de miles de iraquíes han vuelto a huir de la represión. 


Ahora este joven iraquí teme por su seguridad. El fantasma de la guerra sectaria cunde en la población y "cualquier indicio de pertenencia a un grupo determinado puede ser motivo de detención", explica. Como pertener a una determinada tribu. Sus apellidos están ligados a la tribu de Al bubadri, que junto a la de Bu Asuad están consideradas como enemigas del gobierno de Al Maliki. Pero además,  el lider del Estado Islámico, Abu Mohamed al Adnani pertenece a la primera. Esa circunstancia según nos cuenta puede ser motivo de persecución. De hecho, todos aquellos ciudadanos que en su tarjeta de identificación señala esta circunstancia, se les impide la entrada y la salida de Samarra. Tal es el pánico, que la gente paga cantidades desorbitadas por una nueva identificación falsa donde no aparezca el nombre de la tribu a la que pertenece, asegura Mustafá.  

Él tiene la suerte de no estar identificado como tal en su tarjeta. Pero teme ser descubierto. El hermano de su cuñado desapareció hace unos diez días junto a otros cuatro conductores de camiones que transportaban verduras desde Kirkut a Samarra. Su familia ha comprobado que los camiones están en poder de las milicias, pero los hombres no aparecen. Están convencidos de que han sido capturados por pertenecer a esa tribu. Por otra parte,  Mustafá ha sido detenido en tres ocasiones por participar en manifestaciones en contra de la política del Gobierno de Al Maliki y tiene miedo a ser detenido otra vez y, quizás, desaparecer para siempre.    

Pero salir de Irak no es fácil. Mustafá partió de Samarra el día 15 de este mes hacia Kirkut, la capital de la zona kurda con el objeto de conseguir un visado, obligatorio para entrar en Turquía. Cuando llegaron, el ejercito kurdo no dejaba entrar en la ciudad a los vehículos que venían de Bagdad, Saladino y Anbar porque "dicen que todos son del Estado Islámico", asegura Mustafá. Encontraron una entrada a la ciudad por caminos secundarios, después de sortear algunos enfrentamientos armados entre los peshmergas (ejército kurdo) y los grupos rebeldes del Estado Islámico. Después de conseguir los visados tuvieron que buscar un conductor turco porque a los iraquíes no les permiten conducir hacia Erbil. Finalmente llegaron a la frontera turca a las doce de la noche y cruzaron el paso a las ocho de la mañana. Ahora dice encontrarse tranquilo y seguro, pero un poco inquieto por su familia y por la situación de incertidumbre que le espera.  

Según declaraciones de ACNUR, unos 600.000  iraquíes han sido desplazados a causa de los enfrentamientos que tuvieron lugar en enero entre grupos suníes y el ejército Después de la entrada del EIIL en suelo iraquí han sido desplazados más de medio millón de iraquíes. A este número hay que sumarle unos cinco millones entre desplazados internos y hacía los países limítrofes desde 2003, año que comenzó la invasión estadounidense.



1 comentario:

  1. Maria Jesus Feria25 de julio de 2014, 4:40

    Gracias por este articulo tan interesante.
    Animo y mucha fuerza para compartir.
    Un saludo desde Isla Cristina.

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