Juana
16 de agosto de 2010

No le basta tranquilizar la conciencia espoleada por el reclamo mediático de un niño hambriento a cambio de una suscripción mensual a una ONG. Juana no entiende la justicia en clave de transacción económica individual sino como un acto de rebeldía colectiva. Por eso va más allá. Esta mujer, de hablar pausado y mirada limpia, está habituada a calibrar la felicidad por el nivel de respeto al bienestar común y la paz con decoro, siendo la desobediencia su mejor aliada a pesar del coste personal que supone nadar contracorriente. Hace 43 años, cuando todavía en este país reinaban las tinieblas, enfrentó su primer juicio, en clave política, por exigir, para ella y sus compañeras, unas condiciones de trabajo dignas en una fábrica de pescado. Ganó el contencioso pero la despidieron. Desde entonces sigue en la brecha con el mismo empeño y la misma valentía, algo muy digno de admiración en una sociedad asfixiada por el individualismo. Así la recordaron sus compañeros de viaje en el programa “Señales de Humo” de Radio Hispanidad resaltando su dimensión sindicalista y política pero sobre todo humana. Un reconocimiento, bien merecido, precedido por otros muchos. En estos momentos históricos de libertad, pero también de ataques de ceguera egocéntrica, seres humanos como Juana Orta suponen un acto de catarsis en medio de tanta oscuridad.

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