Cuestión de equidistancia

20 de mayo de 2011

La imagen de un detenido esposado y escoltado por dos policías forma parte de nuestra rutina como el sol y el aire. No existe un nuevo día sin un estafador, un asesino, un mafioso, un maltratador, un pederasta, un secuestrador o un narcotraficante pillados in fraganti. Sin embargo, hace unos días tuvimos que restregarnos varias veces los ojos ante la instantánea del mismísimo director del FMI escoltado por dos polis neoyorquinos. Tal cual. Esta vez no se trataba de un chulo picado de viruela y criado en las cloacas de una gran ciudad, que decide violar a la primera muchacha que pasa ante sus ojos bajo los efectos de un pedo de heroína, sino del poderosísimo gerente del más importante organismo financiero del planeta, el señor Strauss – Khan. Este hombre, rico, políglota, con varias licenciaturas, profesor de Economía y que ha ocupado cargos electos al más alto nivel en la Francia ilustrada, donde aspiraba, también, al sillón de la presidencia, decide, en un encuentro accidental y en cuestión de segundos, forzar sexualmente a una trabajadora (supuestamente). Ni siquiera, la habilidad mental que ofrece semejante currículum le sirve para calibrar las consecuencias de un acto que puede llevarle a la cárcel por muchos años. Puede que sea el poder, el narcótico que le aturdió los sentidos. Tan execrable es el acto del chulo picado de viruelas como el del magnate de las finanzas. Pero la ausencia de equidistancia con respecto al poder en este segundo caso no ha impedido que, esta mujer de 32 años, negra e inmigrante que se dedica a la limpieza como medio de vida, haya podido enjaular a un tipo con mucha influencia. Sin embargo, me pregunto a cuántos millones de personas les ha jodido la existencia el Fondo Monetario Internacional sin la posibilidad de llevar a ninguno de sus ejecutivos ante los tribunales. Estamos ante otro problema de equidistancia: morir lentamente no provoca un escándalo y la ley no tiene respuesta al respecto. Kapuscinski decía que el tiempo es un concepto muy holgado en África. El cuerpo legal para este continente, también lo es. Si esta mujer ghanesa hubiese decidido permanecer en su tierra, nunca podría haber denunciado ante un juez el lento genocidio de su pueblo y el robo de sus riquezas. La única posibilidad que le ha quedado a esta africana sin futuro, ha sido emigrar a New York para limpiar retretes. Mira por donde, allí, la ley la protege del acoso sexual, hasta el punto de que su denuncia ha provocado un escándalo mediático de grandes proporciones y un terremoto político de inciertas consecuencias. Menos es nada. Pero en estos mismos momentos, otros colegas de Strauss – Khan pueden estar revisando los planes económicos para África, por los que millones de niños seguirán muriendo de inanición. La diferencia está en la ausencia de equidistancia legal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario